Durante demasiado tiempo, hemos sido cautivos de sistemas religiosos que nos han convencido de que solo unos pocos privilegiados, tal vez solo los pastores, tienen el poder de administrar los sacramentos, relegando al resto del pueblo santo al papel de meros espectadores. Estos sistemas legalistas contradicen claramente la enseñanza de 1 Pedro 4:10-19, donde se establece que cada creyente tiene el deber de ejercer los dones que ha recibido. Muchos han caído en esta mentira, aceptando pasivamente lo que les imponen estos sistemas, ya que carecen del análisis bíblico necesario para comprender su posición en Cristo.
Es imperativo comprender que Jesús nos instituyó como reyes y sacerdotes, otorgándonos la autoridad para ministrar el Evangelio, bautizar y hacer discípulos sin necesidad de permiso de ninguna institución humana. Es hora de que los hijos de Dios reconozcan y actúen en su posición en el nuevo pacto.
Es evidente que muchas iglesias están llenas de personas que aún no han comprendido su posición en Cristo. Siguen viviendo bajo el yugo de la religión del antiguo pacto, sin experimentar la vida abundante y la libertad que nos ofrece la gracia. Dios está despertando a los santos que están atrapados en estos sistemas religiosos, conectándolos con aquellos que están siendo preparados para desafiar y derribar este antiguo paradigma.
Es momento de manifestar a Cristo en las calles, de trastornar al mundo con la verdad del Reino y de crear una cultura que refleje sus valores. Es hora de ser la voz de Dios en nuestros hogares y de volver a reunirnos como lo hicieron los primeros creyentes, en las casas. Es hora de levantar el sacerdocio de todos los creyentes, reconociendo que cada uno tiene un papel vital que desempeñar en el cuerpo de Cristo.
Este es un llamado a la acción. Es hora de despertar, de levantarnos y de ejercer nuestra autoridad en Cristo. Es hora de ser luz en un mundo que yace en tinieblas, proclamando la verdad del Evangelio con valentía y convicción. Es hora de ser la Iglesia que Cristo nos llamó a ser. ¡Levántate, hijo de Dios, y asume tu posición en el nuevo pacto!